La Inteligencia Artificial, al servicio de la salud
La Inteligencia Artificial es un concepto que está en boga. Esta tecnología parece perderse en el mundo del marketing, que no deja de vanagloriarse de sus proezas en las cámaras de fotos. Pero la IA también se ha hecho su sitio en otro campo totalmente diferente: el estudio y tratamiento de enfermedades, especialmente el cáncer.
Si dejamos de lado el NPU de Huawei, AI Cam de LG, Google Assistant, así como cualquier otro proyecto que esté relacionado, directa o indirectamente, con la Inteligencia Artificial; esta tecnología práctica podría, a medio o largo plazo, cambiar la manera en la que interactuámos con nuestro smartphone. Sin embargo, su alcance no acaba ahí, la Inteligencia Artificial podría tener un destino más noble y glorioso, ya que nos podría brindar la oportunidad de combatir (y, quizá algún día, vencer) enfermedades como el cáncer.
No se trata de una tecnología futurista, como el uso de los nanorobots inteligentes para examinar el cuerpo en busca de destruir las amenazas, como se muestra en las series de ciencia ficción, sino que más bien se trata de estudios médicos reales donde los resultados aparecen publicados en revistas especializadas y en otros medios de comunicación.
El uso de la IA podría detectar de manera más precisa el cáncer de piel
Quitémonos el sombrero ante un equipo compuesto de franceses, alemanes y estadounidenses que han desarrollado satisfactoriamente un sistema de Inteligencia Artificial que puede detectar de manera más eficaz el cáncer de piel que los propios dermatólogos. En la práctica, la Inteligencia Artificial consiguió detectar el 95 % de los cánceres en una prueba basada en el análisis de imágenes, mientras que un equipo de 58 dermatólogos “solo” pudo detectar el 87 %. Pero mantengamos los pies en la Tierra, este sistema CNN (red neuronal convolucional) tiene sus errores: por un lado, falló al reconocer algunos melanomas y también cometió algunos errores de diagnóstico.
En especial, éste último demuestra la importancia de la presencia de un dermatólogo durante el diagnóstico: los resultados de la máquina funcionan como alerta, pero será el especialista quien tenga la palabra final. Este tipo de situaciones demuestran la necesidad de la cooperación entre la máquina y el ser humano, más que verlo como una competición en la que los médicos serán reemplazados por IA. Los más pesimistas dirán que el 95 % no es el 100 %, pero aun así constituye un avance considerable. Imagina un futuro en el que solo tengas que apuntar con tu smartphone a un lunar y que éste te diga si es benigno o un melanoma. Las revisiones de piel podrían ser mucho más rápidas, precisas y el dermatólogo podría usar ese tiempo ganado e invertirlo en solucionar otros problemas.
De la detección al tratamiento: la lucha de la IA contra las enfermedades
Una vez la tecnología esté madura, la Inteligencia Artificial podría permitirnos distinguir mejor ciertos tipos de cáncer, especialmente los más comunes, como el cáncer de pecho en las mujeres y el cáncer de próstata en los hombres. Una detección temprana permitiría un tratamiento a tiempo y resolver el problema antes de que la situación esté fuera de control. Por supuesto, esto tiene otras aplicaciones además del cáncer, algunas empresas como Viz.ai buscan el poder detectar los problemas de las personas que llegan a la sala de urgencias, para que reciban los cuidados apropiados a tiempo. Una iniciativa muy interesante en la que el concepto del aprendizaje automático (Machine Learning) tendría muchas salidas.
A su vez, Google ha encontrado un sector de aplicaciones que explotar: la detección de problemas cardiovasculares. Esto no ha sido ninguna coincidencia, ya que en Estados Unidos, 1 de cada 4 de las muertes se debe a algún problema relacionado con estas enfermedades (especialmente por un ataque al corazón), algo a lo que se busca poner remedio. Desgraciadamente, es un proceso lento y bastante caótico, porque este tipo de enfermedades se encuentra, generalmente, ligado a otros factores, como el sobrepeso, el modo de vida (consumo de alcohol, drogas, actividad), índice de diabetes, índice de colesterol, etc. Por esta razón, Google propone un enfoque directo, para poder detectar cualquier problema posible mediante un análisis de retina, y con el que, en función de los datos ya conocidos del paciente, permitirá a la IA establecer un diagnóstico.
Si tienes conocimientos de biotecnología, ya habrás escuchado hablar del concepto de células madre pluripotentes inducidas. A modo de resumen, estas células permiten la curación de ciertas enfermedades, ya que se pueden “programar” para tener una función regenerativa. En teoría, las enfermedades de la vista u otras como el Parkinson, podrían encontrar su solución gracias a esta tecnología. La producción de estas células madre requieren un conocimiento avanzado (éstas se inyectan en el cuerpo humano, por lo que es mejor saber lo que se hace), y es aquí donde la Inteligencia Artificial entra en escena, ya que permite acumular los conocimientos sobre la materia y facilitar su entendimiento y producción. Este potencial regenerativo de estas células tiene un gran potencial.
¿Ésta solución acarreará nuevos problemas?
A primera vista, el uso de la IA parece beneficiar a todo el mundo, pero también plantea otras cuestiones. Nos sumerge, una vez más, en el eterno debate del hombre contra la máquina y las repercusiones que podría acarrear (como el desempleo, por citar uno, a pesar de que crearía empleo ligado a su desarrollo). ¿La potencia de cálculo de la IA (fuente de su rapidez) podría poner en peligro la experiencia de los profesionales? ¿Se les podría remplazar? Si te interesa este tema, te invito a que leas el siguiente análisis de The Medical Futurist (artículo en inglés).
También cabe destacar la dependencia que el ser humano podría tener de la tecnología, algo que no es nuevo y que ya existía desde la invención de la piedra, ya que el ser humano siempre ha echado mano de la técnica/ tecnología para mejorar su vida cotidiana y su relación con el medio ambiente. Hoy en día, las perspectivas son algo diferentes, y algunos se preguntan si no hemos cruzado el límite al permitir que la IA entre en nuestras vidas.
Para terminar, cabe abordar un tema bastante delicado: el coste de esta tecnología o, al menos, el coste del producto final para el consumidor. A nadie le gustaría volver a vivir un episodio como el de Martin Shkreli en 2015, cuando subió en un 5.000 % el precio de un medicamento contra el paludismo y el sida. Algunos, sin embargo, no dudarán en poner un precio desmesuradamente elevado con el pretexto de ofrecer una tecnología o un valor de utilidad elevados.
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