Del amor al divorcio: Las aplicaciones permiten lo mejor y lo peor
Las aplicaciones tienen su lado bueno y su lado malo, esto es un secreto a voces. A veces tendemos a culpar a los desarrolladores y / o constructores, o les echamos en cara sus métodos para monetizar a toda costa sus aplicaciones, pero es importante recordar algo obvio: el papel del usuario es la base de cualquier aplicación. Y como veremos más adelante, a veces las cosas no pintan demasiado bien para él.
Hay aplicaciones con las que soñamos y aplicaciones con las que dormimos; hay aplicaciones que lamentamos haber descargado o que nos dejan remordimientos... seguro que habéis utilizado una aplicación y, a continuación, al cabo de algún tiempo, os habéis arrepentido amargamente de haber usado: no cumple su papel, la relación precio / calidad no compensa, se cuelga constantemente, se interesa demasiado por vuestros datos personales, etc ...
Algunas historias pueden terminar mal ...
Un artículo publicado originalmente en el diario Le Figaro explica la historia de un hombre de negocios que probablemente ahora se arrepiente de haber utilizado la aplicación de Uber. Este caballero había utilizado la aplicación en el smartphone de su esposa, identificándose con su propia cuenta para utilizar el servicio. A continuación, se aseguró bien de desactivar su cuenta del teléfono, pero eso no fue suficiente: debido a un error en la aplicación su esposa continuó recibiendo las notificaciones. Así que ella fue recibiendo información acerca de sus movimientos que, al parecer, no se correspondían con lo que había decir, y el proceso de divorcio se puso en marcha. ¿El motivo? La infidelidad del caballero.
Los más pragmáticos diréis que es el responsable de este problema. Y aquí volvemos a nuestro tema principal: el papel del usuario y su responsabilidad. Dicho esto, más allá de esta historia de adulterio, se trataba de un bug en la aplicación, cuya responsabilidad recae en la compañía que la creó / le da soporte técnico, a saber, Uber. Este problema técnico solamente se daba en el iPhone y se resolvió el mes pasado, pero en lo que concierne al protagonista de nuestra historia, el daño ya estaba hecho. Además, pidió una indemnización y está demandando a Uber que, de alguna manera (y hago hincapié en el cambio de perspectiva y el modo condicional), podría ser responsable de este divorcio.
La "vida virtual" puede despertar en muchas personas un sentimiento de inseguridad emocional y / o celos.
No es sorprendente hoy en día ver a una pareja emprender un divorcio a causa de una aplicación (o más exactamente a causa de un comportamiento reflejado por una aplicación). La "vida virtual" que vivimos en gran medida en las redes sociales (aunque también en las aplicaciones de citas, en algunos juegos, etc) puede despertar en muchas personas un sentimiento de inseguridad emocional y / o celos.
Hay gente, por ejemplo, que culpa a su cónyuge de coquetear con alguien en Facebook (y por “coquetear” entienden a veces un simple "me gusta" en una foto); otros crean perfiles falsos en las redes sociales para socializar en la sombra; y otros utilizan aplicaciones tipo Tinder para conocer a otras personas, a parte de sus parejas.
Pero el panorama no es del todo negro
Hay quienes ven el vaso medio lleno y quienes lo ven medio vacío. Sí, no haciendo nada en particular ya tenemos problemas, pero también hay muchas personas que han logrado encontrar la felicidad gracias a su teléfono. Y por "felicidad", no me refiero únicamente a la de unos geeks como nosotros, que nos ponemos contentos sólo rooteando nuestros dispositivos. Mucha gente ha tenido encuentros interesantes en Tinder (¡sí, muchos han sido también malos!), y muchos son felices usando Facebook y otras redes sociales para compartir momentos importantes de sus vidas con sus seres queridos y no sólo para publicar fotos nada más que para mirarse después.
Nuestra época avanza bajo el signo de la comunicación: constante y en grandes cantidades. Paradójicamente, también está bajo el signo de la emoción, o de la hiperemotividad. Uno de nuestros comentaristas, Louis Hory, va todavía más lejos, diciendo en un comentario que nosotros (los treintañeros y las generaciones siguientes) tendíamos a favorecer la nostalgia (y por lo tanto la emoción) y a quedarnos en el pasado en lugar de proyectarnos hacia el futuro. Sea como sea, todo esto, por supuesto, afecta a nuestro comportamiento y a nuestra comunicación que las aplicaciones permiten expresar.
Por supuesto, se han creado nuevas necesidades: la conexión permanente (ya sea con la pareja o con amigos e incluso con desconocidos) y el culto al ego (mostrándose constantemente en vídeo/foto, colocando su imagen en todas partes, etc) son omnipresentes y tienden a ocultar al resto de personas "normales". Esto plantea una pregunta: ¿están destruyendo los teléfonos inteligentes nuestra vida social al intentar mejorarla?
En vuestra opinión, quién es el responsable de la historia con Uber: ¿el caballero, la empresa o ambos ?
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